Quizás hayas oído alguna vez una de estas frases, en la puerta del cole 🏫, o incluso en casa 🏠, por la persona que se queda con tu peque:
“Vete ahora que está distraído, así no llora.”
“Aprovecha que está jugando y escápate sin que se dé cuenta.”
Te lo dicen sin maldad, pensando que lograr que el peque no llore sea el objetivo, sin caer en la cuenta de que pocas cosas pueden generar tanto desconcierto y angustia en un niño pequeño como descubrir que mamá o papá han desaparecido sin avisar.
Y no es una exageración: para un bebé o peque, esa desaparición repentina es algo así como si la realidad, tal y como la empieza a conocer, no tuviera sentido: ¡mi madre se evapora! 😢
Por eso hoy quiero hablarte de algo esencial para su desarrollo: el apego seguro. De por qué importa tanto, y de cómo podemos fomentarlo cada día, incluso en esos momentos inevitables de separación.

¿Qué es el apego seguro y por qué es importante? 🧠
El apego es el vínculo emocional que un bebé establece con sus figuras de referencia - normalmente madre, padre o cuidadores principales - y que le permite sentirse protegido, amado y comprendido.
John Bowlby, psiquiatra británico y padre de la teoría del apego, lo resumió con una frase con la que cambió el paradigma de los cuidados:
“La necesidad de apego no es un signo de debilidad, sino una parte esencial de la naturaleza humana.”
Cuando un niño se siente seguro con sus figuras de referencia, su cerebro puede relajarse. Y en lugar de estar en modo alerta, en vez de preocuparse por sobrevivir, puede dedicarse a jugar, aprender, explorar y crecer. Es decir: a desarrollarse.
Por eso, atender, cuidar, sostener, contener, a tu peque en el día a día no es sobreproteger, como mucha gente cree, sino ofrecer una base estable desde la que puedan despegar sin miedo, sabiendo que siempre habrá un lugar al que volver.
Características clave del apego seguro 🔑
Mucha gente se preocupa por el apego con su bebé o peque, y cree que para lograr que se desarrolle un vínculo de apego seguro es preciso ser poco más que una madre o padre perfectos. Nada más lejos de la realidad. Es suficiente con tu presencia, coherencia y empatía.

Mary Ainsworth, la psicóloga que desarrolló la famosa “situación extraña” para evaluar el vínculo entre madres e hijos, lo explicó así:
“La sensibilidad de los padres ante las señales del niño es el núcleo del apego seguro.”
1. Confianza en que mamá y papá siempre vuelven 🔁
Los bebés no nacen sabiendo que las cosas siguen existiendo cuando no las ven. Este concepto, llamado permanencia del objeto, se desarrolla alrededor de los 8-12 meses. Antes de eso, si te vas, si no te ve, si no te huele, dejas de existir. Por eso lloran si te vas a otra habitación. Y aunque al volver le digas “Pero cariño, si solo me he ido un momento, ahora volvía”, sigue con las lágrimas en los ojos y el gesto de hacer pucheros, como respondiendo “Ya, pero todo eso no lo sé”. Por eso necesitan comprobar una y otra vez que, cuando te vas, vuelves siempre.
2. Tranquilidad para explorar el entorno🧭
Cuando el niño sabe que sus figuras de referencia son estables y predecibles, puede alejarse con confianza. Esa seguridad interior le permite jugar, socializar y experimentar sin miedo.
Lo contrario sería sentir que mamá y/o papá responden de manera errática: a veces, cuando llora, acuden a calmarle; pero otras veces no. Ante la incertidumbre, el peque empieza a sentir que explorar, que probar cosas nuevas, puede ser peligroso, porque en caso de necesitarlos, podrían no acudir.
3. Libertad para expresar emociones 😌
El apego seguro no evita las emociones difíciles: las acoge. Un niño con apego seguro puede llorar, enfadarse o tener miedo, porque ha aprendido que sus sentimientos no lo alejan del amor de sus padres, sino que lo acercan más.
Y no, no hablo de ser permisivos con sus actos: “Entiendo que estés enfadado. Es normal enfadarse y tienes derecho a hacerlo. Pero no puedo permitir que me hagas daño”. Si os fijáis, se permite y valida la emoción, pero no se permite que, con esa emoción, haga daño a los demás.
4. Seguridad emocional como base de la autonomía 🚀
La paradoja del apego es que, cuanto más seguro se siente un niño, más libre se vuelve. Es decir, la autonomía surge del acompañamiento, no del abandono. O como solía decir Eduard Punset: “Para ser independiente, hay que ser primero dependiente”.
El error de irse sin despedirse ❌
Muchos padres y madres lo han hecho alguna vez, porque creen que evitando el llanto están cuidando mejor a su peque. Es algo muy natural tratar de hacer el menor daño posible a tu peque y sí, puede parecer que funciona. Cierran la puerta tras de sí y no hay lágrimas, ni drama. Pero cuando el niño levanta la vista y descubre que mamá o papá ya no están… lo que siente no es calma, sino abandono.

De repente, la seguridad de saber que, si los necesita, puede llamarlos o ir donde están, desaparece. ¡Ya no están! Y, en consecuencia, lo que sigue son días, semanas o meses en los que se agudiza la ansiedad por separación:
- Llantos al mínimo intento de alejarte: “Pero hijo, si solo voy al baño… ahora vuelvo”. Mientras tu peque piensa “No me fío, que desapareces”. Llora al ver que te vas de la habitación sin él, o decide seguirte a todas partes del hogar.
- Despertares nocturnos para comprobar que sigues ahí: no sea que se despierte y hayas desaparecido.
- Miedo a quedarse con otras personas: lo lamento, pero tengo una misión importante. Ahora mismo estoy tratando de evitar que mi madre/padre se volatilicen constantemente.
- Y esa sensación interna de inseguridad que no sabe cómo explicar, porque aún es muy pequeño para elaborar el lenguaje, y ya no digamos el pensamiento.
No se trata de un capricho ni de manipulación: es pura biología. Su cerebro está intentando evitar volver a sentir esa pérdida que le hace sentir totalmente vulnerable.
Cómo fomentar el apego seguro en las separaciones 🤝
1. Despídete siempre 👋
Aunque llore. Aunque le duela y te duela verle así. Aunque trate de cogerse a ti para evitar que te vayas o para irse contigo. Decir adiós es una forma de respeto y de confianza. ¿Te imaginas estar en casa con tu pareja, y que de repente se vaya sin avisarte de que se va, sin despedirse?
Una frase sencilla, clara, adaptada a su edad, es suficiente:
“Me voy al trabajo. Entiendo que estés triste, a mí tampoco me gusta cuando la gente que quiero se tiene que ir, pero luego volveré y podremos jugar juntos. Ojalá te lo pases muy bien”.
Y si es menor de 2 años, puede ser incluso más breve. Mientras lo abrazas para sostener su malestar, decirle: “Cariño, me voy al trabajo. Entiendo que estés triste. Luego vuelvo y jugamos juntos a los disfraces”.
2. Crea rutinas de separación y reencuentro 🔄
Los niños necesitan rituales predecibles. Una canción, un beso en la mano, un abrazo especial antes de irte… y lo mismo al volver a estar juntos. Esos pequeños gestos repetidos les ayudan a entender que las despedidas siempre tienen reencuentros.
3. Mantén coherencia y calma 🌿
Si cada día cambias el modo de actuar (un día te escapas, otro te despides, otro te quedas media hora hablándole y tratando de hacerle entender que te tienes que ir), aumentas su confusión. Lo que necesitan no son padres perfectos, sino previsibles. Busca tu estrategia respetuosa, y repítela todos los días.
4. Favorece la autonomía poco a poco 💪
Apego seguro no es sobreprotección. No se trata de evitar toda incomodidad, sino de acompañarla. Ayudar a crecer a tu peque, en el día a día, le ayudará a sentirse más seguro incluso en tu ausencia: que empiece a vestirse solo, a enjabonarse a la hora del baño, secarse con la toalla, poner sus platos en la mesa y recogerlos…

En definitiva: despedirse también es amar 💞
Criar con apego no es hacerlo todo perfecto. Es hacerlo con conciencia. Es mirar a los ojos de tu hijo/a, explicarle lo que va a pasar y confiar en que su mundo interior es capaz de sostenerlo, o que poco a poco lo logrará, porque estás enseñándole a hacerlo.
Como dice Sue Gerhardt, psicoterapeuta y autora de “El amor maternal”:
“El amor temprano moldea literalmente el cerebro del niño. Las experiencias de consuelo y seguridad dejan huellas biológicas duraderas.”
Aunque creas que cada despedida es una herida, o que poco menos que le vas a provocar un trauma, despedirse no rompe el vínculo. Al contrario: despedirse lo refuerza, porque construye confianza.
Así que la próxima vez que alguien te diga “vete ahora que no te ve”, respira hondo, sonríe, y recuerda: Tu hijo no necesita que le evites el llanto. Necesita que le enseñes a transitar esa emoción, y que puede contar contigo, porque siempre vuelves.
Armando Bastida - Enfermero pediátrico